lunes, 25 de enero de 2016

Adiós a la ORTOGRAFIA PRÁCTICA de Luis Miranda Podadera del año 1959

Adiós a la ORTOGRAFIA PRÁCTICA de Luis Miranda Podadera.


Mi Miranda Podadera

Conservo todavía el libro ORTOGRAFIA PRACTICA de Miranda Podadera. Lo tengo desde hace ya más de 50 años. Mucho me valió en su época para el aprendizaje y también la enseñanza de la ortografía.  Muchos dictados, como era costumbre en la enseñanza de entonces tengo realizado para aprender el correcto uso de la  b, v, g, j, h, acentos y demás signos ortográficos. Y de verdad que era de mucha utilidad y provecho.



Hacía muchos años que no lo hojeaba ni ojeaba. Ahora me dispongo a decirle el último adiós y deshacerme de él definitivamente. En vez de tirarlo, se lo regalaré a mi nieta Laura Mª, que seguramente no le dará ninguna importancia. Porque los niños ahora tienen enormes cantidades de libros de texto, pero dudo que tengan la eficacia y buen aprender a escribir correctamente como este método.


El libro, que ahora despido y que tengo ante mí es una edición rústica apergaminada de unos quince por veintidós centímetros. El título destacado en letra cuadrada –en rojo- “ORTOGRAFÍA PRÁCTICA”; y, a modo de subtítulo, en azul desvaído, de formato algo más pequeño: “DE LA LENGUA ESPAÑOLA”. Continúa con dos líneas explicativas, que casi subrayan lo anterior y visualmente organizan una cascada descendente: “MÉTODO PROGRESIVO PARA ESCRIBIR CORRECTAMENTE"   En azul destacado, “VIGÉSIMA NOVENA EDICIÓN”.

 Un dibujo en el tercio inferior representa una pluma de ave –azul- en un tintero –rojo- que se apoya sobre cuatro cuartillas sueltas –azules-. Es un tintero antiguo, de los de caja recubierta con cuero en relieve –o quizás estaño- apenas apuntado en un boceto estilizado. Finaliza la cubierta con la frase “UN TESORO PARA EL ALUMNO. EL MEJOR AUXILIAR DEL PROFESOR”. Ya a pie de página,: “MADRID. 1959”. PRECIO: 50 PTAS. Edicciones anteriores estaban editadas en BURGOS con precios menores.

Es un libro testigo de una época en la que “saber escribir” marcaba fronteras. La ortografía era materia exigible en las pruebas de ingreso y reválida, también entraba a formar parte de un buen número de oposiciones. Entonces, no existían los ordenadores, tampoco las fotocopiadoras, y las copias se hacían con papel de calco y en máquina de escribir… no había correctores automáticos, cada quien debía responsabilizarse de aquello que escribía y, como dice el autor en la introducción “Lo escrito, escrito queda”.


Fue un método y un libro que marcó a generaciones de españoles hasta convertirse en una referencia obligada para profesores, alumnos y opositores, su nombre se pronunciaba con reverencia -“el Miranda Podadera”-, como si todo el compendio de la dificultad de la ortografía en las pruebas escritas quedara encerrada, encriptada, tras esas palabras. Me trae a la memoria las bancas corridas, los agujeros en las mesas donde introducíamos un trozo de tiza para hacer tinta diluida con agua y, luego, mojar el plumín para dibujar las hojas de caligrafía con muchísimo cuidado, porque no podíamos borrar, y si lo hacíamos mal, teníamos que repetirlo, y si no acabábamos en el tiempo previsto, nos quedábamos sin recreo.




Los plumines de hierro se deformaban inevitablemente, dejaban de retener la tinta y acababan con el fatídico goterón sobre el papel inmaculado. Tenías que aprender a tener el pulso exacto para aplicar la presión exacta… demasiada precisión para un niño de cuatro o cinco años, pero… funcionaba esa caligrafía inglesa cursiva entre dos rayas que educaba el trazo hasta conseguir que las líneas se convirtieran en letras legibles, enfiladas y homogéneas como un olivar.

Cuando lo abres comprendes el éxito del autor: un libro cuidado y bien diseñado. Plantea las reglas de ortografía, después una relación de palabras donde intervienen las grafías para practicar dictados por palabras. A continuación, se nos ofrecen dictados con frases donde encontramos palabras con dificultad insertas en su contexto. Grafía a grafía, norma a norma, vamos avanzando. Para finalizar, textos que combinan diferentes grados de dificultad, algunos aplicados en pruebas de oposición para garantizar al usuario el nivel requerido en el aprendizaje y la práctica. Sin duda fue una herramienta muy útil.


 “El correcto uso ortográfico da idea de la cultura del individuo; - tan abandonado actualmente - es, por así decirlo, el barómetro que marca el grado de ilustración individual […] Y, sin embargo, es tan poca la atención que, en general, se dedica a corregir la escritura viciosa y tan grande, comúnmente, el abandono en el dominio de la ortografía, de la acentuación y de la puntuación, que forzosamente hay que confesar que se reduce a un tanto por ciento muy limitado el número de personas que no cometen yerro alguno ortográfico”. Actualmente se le presta poca atención y personas tituladas con carreras cometen faltas de ortografía, quizá porque tienen que estudiar muchas disciplinas y luego confían en los correctores automáticos, de los que a veces salen auténticas machadas. Y no hablemos ya de los traductores.

Sí, definitivamente, no hay nada nuevo bajo el sol -“Nihil novum sub solem”-. Saludo al antiguo maestro de comienzos del 1900, desde aquí, desde el siglo XXI. Su rigor y sus opiniones fueron precedentes y me hacen sentir continuador de una línea de pensamiento y de esfuerzo. A pesar de los dicho al principio, al deshacerme del libro, me hace sentir la esperanza de que alguien, algún día, tomará  este mi libro entre sus manos y conducirá a su vez el testigo hacia el futuro. Y será también sensible a un nombre, a un tono de papel, a unos rasgos de tinta en la portada donde quizá mi abuelo escribió: Manuel.


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