viernes, 17 de marzo de 2006

CRISPACION DE ALDEA Y PERSONALISMO BORREGUIL




Corrupción también es no entenderse.

Abundan los enfrentamientos y denuncias entre ellos, que sólo ocasionan gastos a los ciudadanos, de quienes cobran suculentos sueldos a fin de mes.
La población da la impresión de que, a veces, cuenta únicamente para el aporte contributivo de de tasas y votos. Que es de lo que se mantienen, cual parásitos.

Lo que más les "pone" (como dicen ahora), es fastidiar al contrario. Igualito que en los partidos de fútbol. Puede que esa sea su escuela. ¿Será ahí donde aprenden las tácticas?.

Pero no es extraño que esto ocurra "a nivel" (tambien se dice ahora .... -¡pobre lenguaje!- ) de los "politiquillos de aldea", que se miran en el espejo de sus Jefes de las alturas donde la mentira, manipulación, engaño y corrupción son la tónica dominante. Salvo, claro está, excepciones.

Clase Política
Las personas que ejercen actualmente una actividad pública, son cada vez más una clase, en tanto que grupo del mismo grado, calidad y oficio. Resultando que se han ido conformando como categoría, a medida que olvidaban que representan el interés general, para defender intereses meramente partidarios, cuando no particulares, apartándose así del común de los contribuyentes, con los que cada vez tienen menos que ver.

Hoy día, la entidad clasista de los políticos españoles se ha acentuado y es más patente que nunca, una vez que se ha hecho de la política una profesión ( RAE: “empleo, facultad u oficio que alguien ejerce y por el que recibe una retribución”), con todo lo que ello conlleva. Así, la clase política actual es sustancialmente diferente a la que hace treinta años hizo la transición en nuestro país, de manera más vocacional y menos interesada.

La mayoría de las personas que se dedican a la política hoy en día viven esencialmente de ella. La cosa pública se ha convertido así en su único medio de vida ( cuando no en un negocio, en torno al cual se montan empresas inmobiliarias y despachos de influencias). Así de prosaico. De tal manera que cuando un político cualquiera debate con el adversario de otra formación, lo de menos, en muchos casos, es la esencia ideológica de la cuestión discutida o el significado que la misma tenga para la calidad de vida del ciudadano. En estas circunstancias se olvida de ello, y sólo considera que el otro le está disputando su puesto de trabajo (aparte prebendas y canonjías varias consustanciales al mismo). Y esto es muy serio.¡ Hasta ahí podíamos llegar!.

De otra parte, el político profesional es plenamente consciente de la fidelidad absoluta que ha de guardar a sus líderes, con independencia de que éstos estén o no equivocados o de que sus políticas sean más o menos conformes con el interés general.

Eso es lo que le garantizará su futuro en próximas convocatorias o la recompensa con un puesto liberado, o quizá un "enchufe" o cargo en una "empresa agradecida".

Ha aprendido, en cabeza ajena, que el simple disentimiento le puede costar su no inclusión en las listas de la próxima convocatoria electoral. Y no puede permitirse este lujo, dado que no es una persona con posibles ( en el sentido más amplio de la palabra), ni tiene expectativa profesional alguna. De ahí la existencia de los grupos parlamentarios monolíticos, cuya injustificada intransigencia bloquea la necesaria acción de gobierno y genera crispación en el adversario.

He aquí, la principal causa del mal hacer y la discordia crónica que se han instalado en cualquier tribuna política. A lo que habría que añadir, indefectiblemente, el generalizado bajo nivel de parlamentarios, diputados, alcaldes y concejales, pues la falta de preparación dificulta el entendimiento, aviva la polémica y hace surgir el enfrentamiento.

Quizá, para ocupar un cargo debierán soportar unas pruebas de conocimientos y ética.Sobre todo los que cobran y están profesionalizados.

Romayo de Chanteiro

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